Decía Éluard “Il y a d’autres mondes, mais ils sont dans celui-ci”. La fotografía, al igual que la poesía, amplía el campo de visión y, también al igual que la poesía, bordea la frontera imprecisa que limita con la nada. No es éste pues un lugar de certezas, tautologías o evidencias, sino más bien un desván de recuerdos y entrevisiones, un testimonio íntimo cargado de silencios y puntos suspensivos, un espacio ambiguo en el límite entre la consciencia y lo real, entre una mirada siempre atenta a la vibración discontinua de un hecho poético y el sustrato gris e impenetrable de la materia, la sorda letanía cotidiana.



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